El coste de la energía fotovoltaica ha caído un 70 % en los últimos siete años, también en mercados tan importantes como el norteamericano. Algo que como muchas otras cosas anteriormente tiene que ver con el desembarco masivo de productos llegados de Asia y de nuevo algo frente a lo que la industria estadounidense no ha conseguido iguales resultados. Esto ha tenido como respuesta medidas proteccionistas por parte de Trump.
Con la excusa de proteger a la industria local, la administración estadounidense, tan escéptica frente al desarrollo de fuentes alternativas de energía, acaba de imponer aranceles a la importación de los equipos necesarios, con lo cual encarecerá la explotación de productos relacionados con la generación fotovoltaica, y hará más atractivo el empleo de hidrocarburos.
La barrera arancelaria será cuestionada en la Organización Mundial del Comercio y constituye un paso en dirección a la guerra comercial, con medidas recíprocas de restricción de importaciones y consecuencias lamentables para la economía mundial. Pero en el caso de los productos necesarios para explotar fuentes limpias de energía hay un peligro mayor, porque la urgencia de desplazar el uso de hidrocarburos es cada día más obvia.
Los tres últimos años fueron los más cálidos desde el inicio de los registros en 1880 y el derretimiento de los glaciares es una especie de reloj de arena que evidencia, a simple vista, el paso del tiempo bajo los efectos del calentamiento global. Ciudades costeras en todo el mundo, incluidos los Estados Unidos, ya encaran los altísimos costos, económicos y humanos, del aumento en el nivel de las aguas.
Suvi Sharma, presidente ejecutivo de Solaria, empresa californiana con plantas de producción en Corea del Sur y los Estados Unidos, admitió a The New York Times que los nuevos aranceles son un incentivo para trasladar operaciones al país, pero expresó preocupación por el desarrollo de la industria solar en un mercado energético competitivo. Los aranceles impulsarán la producción de equipos solares en Estados Unidos, pero ¿a qué coste?, preguntó el ejecutivo.
La pregunta parece limitada al costo económico, pero es imprescindible considerar, en estos casos, el coste ambiental. La economía del futuro no podrá fundarse en el consumo de carbono, simple y sencillamente por razones de supervivencia. El abaratamiento de la energía limpia es, desde esa perspectiva, una causa de la humanidad.
Afortunadamente, el abandono de las fuentes contaminantes no está reñido con la economía. Para visualizarlo, es preciso hacer de lado el cortoplacismo de los proteccionistas y reconocer que, con todo y los equipos importados a bajo precio, California cuenta con más empleos en su pujante sector de energías limpias que los proporcionados en todo Estados Unidos por la minería del carbón, actividad predilecta del presidente Trump.
Vía | Bloomberg
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