Las instalaciones solares fotovoltaicas están logrado una expansión cada vez más rápida. Pero al mismo tiempo que crece la conciencia de su fundamental papel en la reducción de emisiones, surgen preguntas sobre el impacto ambiental de su producción y también el impacto de la ocupación de espacio de las mismas.
Para conocer el impacto real, la consultora Matthew Eisenson ha realizado un estudio para en el que analiza en profundidad hasta qué punto dicho impacto es real y perjudicial la instalación de grandes plantas solares.
El informe insiste en la importancia de no perder de vista los beneficios derivados de los bosques no se reducen únicamente a la reducción de dióxido de carbono (CO₂), sino que también deben tenerse en cuenta aspectos como el filtrado de agua potable, la generación de hábitats críticos para la flora y la fauna autóctonas, lucha contra la erosión u otros beneficios paisajísticos y turísticos que tampoco deben obviarse.
Las granjas solares son beneficiosas para el planeta
Pero antes de profundizar, señala que en realidad sólo el 4% de la energía solar instalada en Estados Unidos se ubica en bosques, mientras que el 6% lo hace en pastizales y el 33 % en tierras de cultivo. Además, el 3% se instala en entornos urbanos y el resto, algo más de la mitad del total, en zonas áridas.
Según datos del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, un acre (0,404 hectáreas) de energía solar es capaz de producir entre 394 y 447 MWh anuales. Esto se traduce en una electricidad sin emisiones que ahorra hasta 138 toneladas métricas de CO₂ anuales.
En comparación con esto, la EPA (Agencia de Protección Medioambiental estadounidense por sus siglas en inglés), estima que un acre promedio de bosque estadounidense reduce entre 144 y 166 veces menos que su equivalente de paneles solares.
El impacto de los paneles solares en los cultivos: la agrivoltaica
El estudio de Eisenson también valora la influencia de las granjas solares en los campos de cultivo de alimentos, señalando que actualmente es perfectamente posible que coexistan formando lo que conocemos como energía agrovoltaica.
Muchos estudios indican que los paneles solares aportan beneficios a las zonas en las que se instalan, pues mejoran el hábitat de los polinizadores y permiten que los animales pasten entre hileras de paneles que generan sombra, reducen la temperatura y retienen la humedad con mayor facilidad. Esto, además de para la ganadería, ya se ha revelado beneficioso para determinados cultivos como el del tomate.
Otro dato interesantes es que, en Estados Unidos, 30 millones de acres de tierras de cultivo se destinan a cultivar maíz destinado a producir energía, no alimento. A ese respecto, un estudio de Carbon Brief llega a la conclusión de que un acre para producir etanol derivado del maíz genera entre 48 y 112 veces menos distancia en kilómetros de conducción que su homólogo en paneles solares. Dicho de otro modo, un acre de solar fotovoltaica produce 40 veces más energía que uno de maíz para producir etanol.
En lo que sí sale perdiendo la energía solar es en los costes derivados de su instalación y explotación, algo especialmente costoso en el caso de instalaciones comerciales y residenciales, en las que el precio promedio del vatio solar es de entre 1,56 y 2,65 dólares en Estados Unidos. En el caso de los proyectos a gran escala, dicho coste se reduce a 0,89 dólares por vatio, es decir, unos 0,89 euros por vatio.
Obviamente, lo ideal es compatibilizar los ecosistemas naturales con las energías renovables del modo más suave y beneficioso posible, porque es un hecho que es posible y que otorga múltiples beneficios al planeta.
Y es que los datos hablan por sí solos: una granja solar de una hectárea elimina 410 veces más dióxido de CO2 que los árboles de una hectárea de bosque.
COMMENTS