El biogás es el combustible, compuesto básicamente por metano (CH4, entre un 55% - 70%), dióxido de carbono (CO2) y pequeñas proporciones de otros gases, que se produce a partir de residuos orgánicos. Las plantas de estas instalaciones se han creado para impulsar nuevos métodos y tecnologías en la obtención de esta energía como la biomasa.
Una planta de biogás es una instalación donde se produce de forma acelerada el ciclo natural de descomposición. El material que se recibe se mete en unos grandes recipientes cerrados, sin que entre aire del exterior y con condiciones óptimas de temperatura, y allí es donde las bacterias actúan. Se produce una digestión anaeróbica controlada o descomposición de la materia orgánica. Mediante unos equipos de cogeneración se transforma el biogás en energía eléctrica y térmica de origen renovable.
Dinamarca es el país que cuenta con la mayor planta experimental del mundo para obtener biogás. Lemvig Biogas lleva en marcha desde 1992, donde se genera electricidad y calor a partir de estiércol líquido procedente de aproximadamente 75 explotaciones agrícolas y desechos y productos residuales de origen industrial.
Esta consiste en cuatro reactores experimentales en los que se obtiene biogás de cuatro sistemas diferentes para comparar los sistemas y materias primas más eficientes en el proceso. Se generan al año más de 21 millones de kWh de electricidad, que se vende a la red local. El calor en exceso derivado del sistema de refrigeración del motor de gas supera los 18 millones de kWh al año y se distribuye a lo equivalente de mil hogares.
Esto supone un ahorro para la planta como para todos los hogares y beneficia en la degradación de contaminantes y la reducción de las emisiones del efecto invernadero.
En Europa el principal material de producción se consigue de los residuos de la producción ganadera, aunque se le vayan uniendo la biomasa procedente de los prados, los cultivos bioenergético y otras fuentes de biomasa.
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